Aportado por Ana Cristina Barroso Ruiz
En
el enlace adjunto, observamos una nota de prensa redactada por un profesor
estadístico de Sudamérica en que resalta la importancia de la Estadística
haciendo un breve recorrido por su historia hasta nuestros días. Tras leerlo
detenidamente, me lleva a la siguiente reflexión:
¿Realmente
se tiene en consideración o es por tanto una ciencia olvidada?
Probablemente,
la respuesta a esta pregunta genere cierta dificultad al consenso, dado que
solo se le concede importancia a la estadística cuando se hace uso de ella como
medio para algún fin y no se contempla en sí misma. Un ejemplo de ello podemos
observarlo y se repite con creces en todos los canales mediáticos incluso en
las redes sociales en tiempos de elecciones políticas, cuyas tablas de
estadística y cuyas probabilidades de votos, escaños, asistencia, etc. son tema
de información e incluso de conversación en bares y cafeterías y no
precisamente de mano de expertos en la ciencia. ¿Es fiable, por tanto, la
información que se procesa en las estadísticas políticas? ¿Su grado de
expresión es por tanto algo que llega a todos o, por el contrario, cae en lo
cotidiano rozando lo mundano y vanal olvidándose de su existencia?
La
respuesta, de nuevo dificultosa pero no imposible cae en demostrar que unos
tienen más razón que otros: quizás un partido político tenga más votos que otro
por una campaña en concreto o que una entrevista haya sido más mediática que
otra por las circunstancias que sean, o que un partido tenga más imputados de
corrupción que otro... todos estos fenómenos en su contexto tienen su lógica y
su apuesta estadística que, modificada desde el punto de vista del observador
dará un resultado u otro a pesar de que el fenómeno en cuestión es el mismo.
Dicho
de otro modo, como la ideología y el subjetivismo del observador es diferente
puesto que no hay dos observadores iguales, cada uno realizará un estudio del
fenómeno en cuestión utilizando la ciencia estadística no como tal, ni siquiera
de modo imparcial por probable que sea, sino en base a sus intereses y
expectativas acerca de las consecuencias de los resultados que obtenga de
ellos.
Es
así, que al decir que un partido tiene más imputados de corrupción que otro, y
va acompañado de estadística que corrobora esta afirmación, caemos en pensar en
la probabilidad de que en las próximas elecciones tenga menos votos que otro
sea mucho más elevada. Esto no es ni falso, ni verdad; todo depende de cómo se
use esta información o la difusión que se le dé para “convencer” de que sea
falso o sea verdad.
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